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Ideología

Cardenal o Hereje: La agenda Pro-LGBT en las altas esferas de la Jerarquía Vaticana

Timothy Radcclife

Autor: P. Fernando Albíter.

El nombramiento de Timothy Radcliffe como cardenal es un escándalo de proporciones abominables que clama justicia al cielo[1]. Este sacerdote dominico, conocido por su defensa abierta de la agenda LGBT, ha expresado posturas que son un ataque directo a la Moral Católica. Su promoción a la dignidad de cardenal demuestra cómo las herejías modernistas han penetrado hasta los más altos niveles de la Jerarquía Vaticana.

Este hecho debe ser un llamado urgente para los fieles: no podemos callar. La ideología pro-LGBT no es simplemente una cuestión cultural o social; es una ideología intrínsecamente anticristiana. La enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad humana es clara, y cualquier desviación de ella es un atentado contra la verdad revelada. Es un deber sagrado defender la Doctrina Católica, tal como lo enseña Iglesia por medio de los verdaderos papas y doctores de la Santa Iglesia.

La ideología LGBT: Intrínsecamente anticristiana.

Las Sagradas Escrituras son inequívocas cuando condenan a los actos homosexuales, afirmando claramente que son una grave violación de la ley natural y un pecado que clama al cielo por venganza. En el Libro del Levítico, se declara claramente:

“No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es abominación” (Levítico XVIII, 22)[2].
San Pablo habla de igual manera en su carta a los Romanos, donde describe los actos homosexuales como “pasiones vergonzosas”, fruto de la rebeldía del hombre contra Dios.

“Por lo cual los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres mudaron el uso natural en aquel uso que es contra naturaleza.” Del mismo modo, también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos unos por otros, cometiendo torpezas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el merecido pago de su aberración” (Romanos I, 26-27)[3].

La Tradición de la Iglesia ha defendido esta enseñanza sin cambiarle nunca nada. San Juan Crisóstomo, en sus homilías, condenaba estos actos como “peores que cualquier otro pecado”, no solo porque deshonran el alma, sino también porque denigran el cuerpo. San Basilio Magno imponía penitencias severas a quienes cometían tales perversiones, insistiendo en la necesidad de una profunda conversión para ser readmitidos a la comunión de los fieles. Estas enseñanzas no han cambiado ni pueden cambiar; son parte del Depósito inmutable de la Fe.

La ideología LGBT, tal como es promovida por figuras como Timothy Radcliffe, propone, además, una visión antropológica que niega el orden natural creado por Dios. La moral cristiana no es una simple convención cultural que pueda adaptarse a los tiempos; es una verdad revelada que refleja la ley divina inscrita en la naturaleza humana.

La herejía en el corazón de la Iglesia. Un cardenal promotor del error.

El nombramiento de Timothy Radcliffe no debe tomarse a la ligera. Los cardenales son los principales consejeros del Papa y tienen la responsabilidad de elegir al sucesor de Pedro. Además, son guardianes de la fe.

Un cardenal debe ser como un pastor vigilante, cuya misión es velar por sus ovejas, mantenerlas a salvo de los peligros que acechan, guiar su andar hacia pastos seguros y alejarlas de toda amenaza. Sin embargo, con este nombramiento, el pastor no solo ha dejado de cumplir su deber, sino que ha hecho algo mucho peor: ha abierto de par en par las puertas del redil y, en un acto de traición, ha invitado al lobo a entrar. Un cardenal hereje no es un guardián de la fe; es, en cambio, el culpable de la ruina de su rebaño. Bajo su falsa tutela, las ovejas, en vez de ser defendidas, son lanzadas al desfiladero del error. El hereje, en lugar de levantar el estandarte de la verdad, permite que las almas se extravíen, expuestas al veneno de doctrinas que destruyen su fe y las llevan, en su confusión, a la perdición espiritual.

Este peligro encarna un llamado urgente a todos los católicos para resistir a la herejía. Bien decía S. S. León XIII, en la encíclica Sapientiae Christianae:

“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan”.

En tiempos de crisis doctrinal, el deber de los fieles es resistir abiertamente cualquier forma de herejía, venga de donde venga. Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, enseña que todos los fieles están obligados a defender la fe cuando se propaga públicamente el error.

“Todos y cada uno están obligados a manifestar públicamente su fe, ya para instruir y confirmar a los demás fieles, ya para reprimir la audacia de los infieles” (Santo Tomás, Summa Theologica 2-2 q.3 a.2 ad 2).

Bien nos dice Santiago[4] (Sant. II, 1) que la defensa de la fe no debe tener en cuenta ni la autoridad ni el poder de quien dice la herejía, pues nada puede convertir el error en verdad, esto logra únicamente atraer la maldición del cielo[5] (Is. V, 20).

El deber de resistencia.

La resistencia al error ha sido una constante en la historia de la Iglesia. San Atanasio resistió valientemente al arrianismo cuando gran parte de la jerarquía eclesiástica se había rendido a esta herejía. Los fieles que se opusieron a Nestorio proclamaron con valentía que María era la Madre de Dios, en abierta resistencia a los que defendían el error.

La enseñanza moral de la Iglesia, como reafirmó el Concilio de Trento, es inmutable. El Syllabus de Pío IX condena cualquier intento de reconciliar la moral cristiana con las ideologías contrarias a la ley divina. La ideología LGBT es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo, pues corrompe no solo la enseñanza moral de la Iglesia, sino la misma naturaleza del ser humano.

Como católicos, debemos recordar que la verdad no se negocia. La resistencia a la herejía no es una opción, es un deber sagrado.

Un llamado a la acción.

¡Católicos fieles, no podemos permanecer en silencio! La promoción de Timothy Radcliffe al cardenalato es un signo de la infiltración modernista en la jerarquía del Vaticano. Si permanecemos en silencio, seremos cómplices de la corrupción de la fe. Bien se pueden aplicar a nuestro caso las palabras de S.S. León XIII:

“Pero conocidas ya las necesidades por las pruebas, nada sería más dañoso que tolerar negligentemente la profunda perfidia de los malvados, dejándoles libre el campo para infestar más y como mejor les plazca la Iglesia”.

El tiempo de la neutralidad ha terminado. Debemos defender la verdad con firmeza, con el Rosario en una mano y la espada de la verdad en la otra. San Atanasio nos mostró el camino: incluso si todos nos abandonan, debemos permanecer firmes en la fe. San Pío X, en su encíclica Pascendi, desenmascaró al modernismo. Hoy, nos enfrentamos a ese mismo modernismo disfrazado de pastoralismo inclusivo.

La verdad de Cristo no cambia, y los católicos estamos llamados a defenderla. Si resistimos al error, seremos fieles discípulos de Cristo. Si callamos, seremos responsables de la pérdida de muchas almas.

fuente: https://www.revista-trento.mx/

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